miércoles, 8 de enero de 2014

Bolígrafo

Hola, me voy a presentar. Seguro que ya sabes quién soy, porque cada día me coges entre tus dedos para escribir. Bien a mí, o bien a mis primos los rotuladores o incluso a mi abuela, pobrecita, siempre tan señora, la pluma estilográfica.

Soy el bolígrafo, aunque puedes llamarme “boli”, algunos pensaran que es una forma muy vulgar pero a mí siempre me ha gustado, lo encuentro, no sé, mas cariñoso. Tengo otros nombres, que os iré contando.  Antiguamente   me llamaban esferógrafo, pero ya no queda nadie que me llame así. ¿A que no lo sabías? Y fíjate si hace años que convivimos tú y yo.

Nací en el año 1938, gracias al ingenio de los hermanos Biro, Ladislao y Georg. Habían dejado su Hungría natal, para buscar nuevos horizontes en la lejana América, concretamente en Argentina.  Por eso,  si le preguntáis a cualquier argentino por mi os dirá:
-Che, ¿donde crees que se invento el biroñe?  ( ya os he dicho que tengo varios nombres).

Te voy a explicar cómo funciono. Algunos dicen que soy un objeto muy simple (que mala es la envidia) , pero tengo mis cosillas. Básicamente,  mi estructura está compuesta por un tubo metálico o de plástico lleno de tinta y tengo en uno de los extremos,  la punta de escritura que engarza con una pequeña bola o esfera (de aquí lo de esferógrafo), generalmente de wolframio o de acero y que sirve para regular la salida al papel de tinta de una forma fluida y constante.

Estas son mis intimidades, las cuales tapo pudorosamente con un traje, que puede ser de varios materiales y colores siempre según las modas del momento. A veces llevo un sombrero al que llaman capuchón y otras veces me subo el cuello de mi traje para no manchar a nadie y poder mantener limpia la bolita de la punta de escritura.

En 1951 fui adoptado por un francés, Marcel de Bich, el cual me dio mi primer apellido famoso. Le quitaron la h final por razones de marketing, según me contaron. Después he tenido otros apellidos no menos celebres.


Posteriormente vino la producción masiva y me convertí en el instrumento de escritura universal. He sido usado por científicos, periodistas, estudiantes, artistas….en fin,  por la humanidad entera. Ahora, otros medios me han quitado protagonismo y no soy tan popular pero sigo estando en todas las casas, en todas las mochilas y en todas las oficinas. La máquina de escribir y la impresora han intentado mandarme al baúl de los trastos viejos, sin éxito, claro. Sigo siendo utilizado por casi todos y sigue siendo un orgullo poderte servir cada vez que me necesitas.